El vuelco total en la situación europea provoca, a partes iguales, desconcierto y enfado entre los ciudadanos. No es un solo país, son todos, de alguna u otra manera, los que han cogido el mismo camino sembrado de indecisión, sobre todo en lo laboral y social. De España a Alemania, me paro en Francia, país en pie de huelgas por la reforma laboral, y donde una anciana superviviente de las SS alemanas, acaba de rechazar a sus 91 años una condecoración del gobierno en pro de la reconciliación. Su respuesta ha sido tajante: “Me es imposible aceptar esa distinción porque soy totalmente solidaria con las luchas de los asalariados contra la ley que usted acaba de imponer por decreto”.
Partiendo de que Europa es un ente territorial, agrupado por países vecinos, y que comparten políticas comunes, empezando por la economía y el euro, resulta que los ciudadanos europeos estamos enfadados. No debiera de explicar demasiado que es exactamente así. En España se repiten las elecciones porque es imposible que los partidos políticos se pongan de acuerdo en algo. Inglaterra está a punto de votar en referéndum para abandonar la UE. En Italia avanzan los nuevos partidos rupturistas con el sistema vigente. De Grecia ya no se sabe nada porque sólo hacen que pagar, pagar y pagar. Y en Alemania, regresa su histórica división y el punto de partida han sido y son los refugiados, porque el tratado firmado (impuesto porÁngela Merkel) para estacionar a los apátridas permanentemente en Turquía es absolutamente inhumano.
Las reformas laborales están en el epicentro del descontento europeo
Tras este relato de la actualidad en Bruselas, aún queda algo más por añadir para demostrar el enfado con las decisiones que se toman sin contar con la ciudadanía. Para demostrarlo, les quiero hablar de una señora de 91 años, que responde al nombre de Camille Senon. Pues bien: esta ciudadana francesa, con una terrible historia a sus espaldas, superviviente de morir a manos de las SS alemanas durante la II Guerra Mundial, acaba de rechazar una condecoración del gobierno francés por la que se le hubiera nombrado Comendadora de la Orden del Mérito, creada por De Gaulle para consolidar la unidad nacional. Sus motivos, el choque de trenes que supone su pertenencia al mayor sindicato de trabajadores de Francia y el que el país vecino ande de huelga en huelga por la imposición de una reforma laboral a la española que está en el epicentro del descontento europeo.
Camille salvó milagrosamente la vida en su pueblo natal de Oradur-sur-Glane. Su familia y vecinos fueron quemados dentro de la iglesia o fusilados. Tenía sólo 19 años y ha vivido toda su vida como una luchadora, no como la heroína que ahora vuelve a ser sin proponérselo, al conocerse el contenido de su carta remitida al primer ministro francés en la que rechaza la medalla. “Me es imposible aceptar esa distinción porque soy totalmente solidaria con las luchas de los asalariados contra la ley que usted acaba de imponer por decreto. Sería como renegar de toda mi vida como militante por una mayor justicia, solidaridad, libertad, paz…” ¡Qué gran verdad cuando alguien, cualquiera, proclama o escribe que no está todo perdido! Eso sí, en esta vida hay Trumps y Senons, gobiernos que hablan el lenguaje de la calle y otros que no, e incluso personas que entienden que hay que construir una nueva sociedad que favorezca aún más a los ricos y abjure de la pobreza, los pobres, los desfavorecidos y todos aquellos ciudadanos (de primera también) que no pueden valerse por sí mismos al padecer una enfermedad.
Los ciudadanos adoptan actitudes de rechazo ante decisiones irracionales
Así es: los ciudadanos estamos enfadados y la culpa de que los gobiernos no se enteren es porque lo reivindicamos muy poco. Muchos se llevan las manos a la cabeza por elresultado de referéndums, elecciones,votaciones y abstenciones, pero no debiera de extrañar si atendemos a los hechos. Los hechos son el paro, la pérdida del bienestar social, las dudas sobre el presente y más sobre el futuro, los sueldos indignos, la mejor distribución de los impuestos entre los que más tienen y los que no, que se aprecie una justicia igualitaria, y una juventud muy cabreada, que es un escalón superior al de la ciudadanía enfadada. Cuando un periodista francés le pregunta a la superviviente Camille Senon el por qué de su negativa a ser condecorada, su respuesta no se hace esperar: “Era evidente que tenía que rechazarla”. Vale lo mismo para explicar muchas de las actitudes de rechazo que toman los ciudadanos ante decisiones irracionales que se adoptan, en nuestro nombre, sin preguntarnos, sobre el destino de nuestras vidas.