Esta vez está todo muy fresco en la memoria del electorado, mientras unas cuantas milongas que hasta hace poco eran presentadas como verdades absolutas se pudren sobre la hierba como la fruta madura tras caer del árbol. Por eso los partidos españoles tendrán que presentarse a las generales del 26J bien retratados y a cara más descubierta que nunca.
Después de seis meses de síes, noes y abstenciones y de encuentros y desencuentros entre partidos, prácticamente todas las cartas están boca arriba. Esta vez está todo muy fresco en la memoria del electorado, mientras unas cuantas milongas que hasta hace poco eran presentadas como verdades absolutas se pudren sobre la hierba como la fruta madura tras caer del árbol. Por eso los partidos españoles tendrán que presentarse a las generales del 26J bien retratados y a cara más descubierta que nunca, y muchas de las viejas cantinelas de otras campañas han quedado desfasadas. Prácticamente todo aquel que vote el 26J (y vote lo que vote), sabrá lo que está votando. Y quien no lo sepa, será porque no quiere.
Esta vez no habrá debate ‘cara a cara’ entre los dos candidatos del bipartidismo, todo un síntoma de que el PSOE parece a punto de ser adelantado por su izquierda y sobre todo de que tanto Rajoy como Sánchez saben que es muy probable que tras el 26J el PP sólo pueda seguir gobernando con el voto a favor o la abstención del PSOE. Adiós, pues, a un ‘cara a cara’ que González y Aznar (dos tipos que hoy defienden dentro y fuera de España las mismas causas; como siempre, pero ya sin disimulo) inauguraron hace más de 20 años y que en diciembre, y pese al tragicómico cruce de acusaciones personales entre Rajoy y Sánchez, a punto estuvo de dormir hasta a Manuel Campo Vidal, el encargado de moderarlo. Y es que PP y PSOE son percibidos cada vez menos como alternativas recíprocas y cada vez más como socios.
Prácticamente todo aquel que vote el 26J (y vote lo que vote), sabrá lo que está votando. Y quien no lo sepa, será porque no quiere
Tampoco habrá ‘pelea en el barro’ entre Podemos e IU, que esta vez se presentan juntos y reconociéndose ya como lanueva socialdemocracia que aspira no sólo a adelantar a la vieja socialdemocracia del PSOE, sino también a ganar las elecciones. Si hace 16 meses, cuando escribí que Podemos e IU representaban (entonces, todavía por separado) una nueva socialdemocracia ‘de izquierdas’ frente a la vieja socialdemocracia de un PSOE entregado al neoliberalismo, me hubieran dicho que Podemos e IU acabarían presentando en esos términos una candidatura conjunta a las generales, me habría costado creerlo. En cualquier caso, imágenes como la de Cayo Lara anunciando que votará a la lista encabezada por Pablo Iglesias dejan atrás burdas sobreactuaciones como las de la campaña del 20D y clarifican el panorama.
Esta vez el electorado ya no tiene por qué tener dudas de que Ciudadanos pactará hasta con el diablo con tal de que no gobierne Unidos Podemos. Y tampoco tiene por qué tenerlas de que el PSOE está mucho más cerca de lo que él mismo llamaba la marca blanca del PP (y por lo tanto del propio PP) que de Unidos Podemos, como demostró la patética huida hacia delante en forma de pacto de investidura que Sánchez y Rivera suscribieron hace tres meses y medio.
En definitiva, prácticamente todas las caretas (empezando por las del 20D) han caído ya y esta vez nadie que vote (y vote lo que vote) podrá decir después que no sabía lo que estaba votando. Empieza el baile sin máscaras.