En las campañas electorales, en un porcentaje muy elevado de las mismas, lo que se realiza es un acto de hipocresía, diciendo lo que no se cree, lo buenos que son los míos y lo mío, y lo malos que son nuestros "enemigos".
Me disponía a escribir la colaboración semanal para El Diario Cantabria, ya estaba preparando lo que titulaba "la campaña de la marmota", otra vez a escuchar los mismos discursos, las mismas promesas, e incluso más, que prometer es gratis. Cuando un familiar me ha comentado una situación que parece sacada de la España "cañí", y que habla de cómo funcionan los servicios públicos en nuestros país, los problemas que tenemos incluso para pagar impuestos, no para llevarlos a Panamá, para lo cual quizás haya más facilidades; de cómo las Administraciones Públicas cobran por servicios básicos como es la información para abonar tus impuestos.
Desgraciadamente de este tipo de situaciones y otras mucho más sangrantes no se habla en las campañas electorales, en un porcentaje muy elevado de las mismas, lo que se realiza es un acto de hipocresía, diciendo lo que no se cree, lo buenos que son los míos y lo mío, y lo malos que son nuestros "enemigos". Aunque después digan que siempre están dispuestos al diálogo y que tienden la mano a todos, y sus promesas son "palabra de ley", la realidad es que tienen más parecido con el viejo cuplé de "la falsa moneda, que de mano en mano va y ninguno se la queda".
Dicen que el gasto de la Seguridad Social en los ancianos ya es muy elevado, y posiblemente sea cierto, que nosotros hacemos poco ruido y somos de buen conformar, ¡espero no tener que pedir perdón por vivir tantos años!
Me entregaba mi familiar la siguiente carta que en una traducción libre viene diciendo: "Tengo 82 años y un estado de salud precario, pero no me quejo, la edad te quita más de lo que da, sobre todo, cuando amontonas más recuerdos que sueños, pero la alternativa a cumplir años tampoco es demasiado positiva, al menos no es de mi agrado. Como me llevo bien con el marcapasos, el ayudante de mi corazón, le hago caso al médico y tomo todos los días el sintrom, pues vamos tirando; dicen que hay medicamentos mejores, pero que como son más caros, y para la edad que tengo que me conforme, que el gasto de la Seguridad Social en los ancianos ya es muy elevado, y posiblemente sea cierto, que nosotros hacemos poco ruido y somos de buen conformar, ¡espero no tener que pedir perdón por vivir tantos años!. En los trabajadores que cuidan de nuestra salud he visto mucho afecto y profesionalidad, ¿qué es mejorable nuestra sanidad?, sin duda, pero también hay que poner en valor lo que se tiene, y los que hemos vivido mucho, también hemos visto mucho y , por ello, sabemos agradecer el trabajo y el esfuerzo de una sociedad que cuida a sus mayores.
No me quejo de la Sanidad, aunque motivos siempre hay, ni de la pensión y eso que tengo la sensación que ha ido mermando como mi salud y memoria, pero si de Hacienda y su funcionamiento. Yo soy un raro espécimen, al menos para mis pocos amigos, pocos me van quedando, la mayoría desgraciadamente ya donde están no pueden tributar; y es que me gusta pagar mis impuestos, que le vamos hacer. Creo firmemente en una redistribución más justa de las rentas a través de los mismos, y que permitan vivir en una sociedad más justa, esto es, un iluso de 82 años. Por ello, escribo este alegato, uno para desahogarme, que no es mala terapia compartir lo que te parece injusto, y dos por si alguien lo lee que se de cuenta que no se pueden poner dificultades a quienes cumplimos fielmente con nuestras obligaciones tributarias, es más, algunos lo hacemos con el orgullo de saber que nuestros impuestos son importantes para tener un país mejor, y que hacen mucho más que las palabras de mucho aprendiz de brujo en política.
Hace unos días me he tenido que desplazar desde mi localidad de residencia hasta la Delegación de Hacienda más cercana, que está a unos de 40 Km, coger un autobús por la mañana y volver por la tarde ya que es la única comunicación que hay, todo ello con el fin de obtener información sobre la presentación de declaración de la renta. Una vez allí en la citada Delegación, después de esperar una cola de pie, donde ya me fallaban las rodillas y la próstata me avisaba que podía romper aguas, cuando me ha tocado el turno se han negado a darme información, ya que no tenía cita previa. Yo les decía, que sólo quiero saber si me van a enviar la declaración como todos los años, pero la contestación era como una cinta que sonaba "vuelva Ud. mañana".. aquí la versión era "vuelva cuando tenga cita previa". Es decir, tendría que sacar la misma y volver otro día, les decía y volvía a insistir que sólo quiero saber si me van a enviar mi borrador de la declaración de la renta, a qué se debe que este año, todavía a estas fechas, no me haya llegado, cuando este trámite todos los años se ha realizado mucho antes. Ante la mirada de pocos amigos que producían la repetición de mis palabras, opté por bajar los ojos y con tristeza y humildad retirarme para no molestar.
Las Administraciones han cometido irregularidades e ilícitos y sin embargo los jueces a quienes han castigado ha sido a esas familias inocentes
Sinceramente, es difícil concebir que para las personas de avanzada edad, no haya facilidad alguna para poder realizar estos trámites con la Administración, y que sean tan laboriosas y complicadas situaciones que se tenían que resolver fácilmente.
Por otra parte, y esto ya es para nota, no puedo comprender cómo una Administración Pública tiene unos teléfonos de información a los ciudadanos que empiezan por un 901, que supone un coste adicional por la llamada, y que muchas veces esta se alarga de una manera incomprensible. Vamos que parece que en lugar de hablar con la Delegación de Hacienda, para abonar mis impuestos, estoy hablando con esos teléfonos eróticos que se anuncian a altas horas de la noche en la cadenas locales de TV. Si para pagar nuestros impuestos nos ponen tantos inconvenientes algo mal estamos haciendo, cansado de dar vueltas y preocupado por la falta de información aquí me quedo, quejándome, que es el recurso ante la impotencia. Es cierto que conozco situaciones mucho más sangrantes, he visto como otros familiares se han topado con la justicia, como sus viviendas penden de un hilo, sus techos son de cristal, se pueden derribar en cualquier momento, porque las Administraciones han cometido irregularidades e ilícitos y sin embargo los jueces a quienes han castigado ha sido a esas familias inocentes; pero esa es una historia tan dura e injusta que daría para escribir más de un libro, sirva esta reseña para denunciar la falta de control sobre la actuación de muchos jueces, y un corporativismo que no tiene parangón en ninguna otra profesión.
Ahora que estamos en "campaña", en tiempo de promesas, todos nos darán la razón, que ya lo decía Quevedo "nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir", nos dirán que hay que solucionar estas situaciones. Los que están en el Gobierno, que un error puntual que van a corregir, los que están en la oposición que con ellos esas cosas no pasarían, uno que tiene muchos años y ha visto mucho, también ha escuchado tantas veces la frase de "la Administración está para ayudarnos y facilitarnos la vida, y no para crearnos problemas", que espero que mis nietos la puedan ver hecha una realidad, a mi para lo que me queda de vida, me conformo con ver salir el sol unos cuantos días más.