El 'Caso Almería' debe servir como base para la nueva etapa democrática que parece está por venir. Debemos aprender de los errores cometidos para no volver a caer en ellos, y por otro lado debemos cerrar las heridas de esos errores para juntos caminar en esta nueva etapa.
IU Santander ha presentado una moción para que se considere víctimas de terrorismo a los jóvenes que en 1981 murieron en el denominado 'Caso Almería'. Una moción que parece romper con el silencio institucional que ha existido ante este terrible acontecimiento.
Desde aquel fatídico mayo de 1981 las familias de los tres jóvenes, uno almeriense y dos cántabros no solo no han recibido ningún reconocimiento institucional, sino obstáculos y problemas. Primero con la versión de lo ocurrido, después con el juicio y la presión que sufrieron las familias y el abogado de estas. Y más tarde con el silencio y el olvido. Pese a los numerosos intentos de los familiares de las victimas jamás han sido reconocidas como víctimas de terrorismo.
Estos asesinatos son un ejemplo más de la teoría que algunos mantenemos, de que la Transición no fue ni modélica ni pacífica. Con el paso del tiempo tan solo dos placas en Almería –ninguna en Cantabria- recuerdan lo ocurrido. Una manera difícil de que las familias cierren sus heridas, como ocurre con las víctimas del franquismo.
Con el paso de los años, y la consolidación de la democracia en nuestro país, es el momento de ayudar a cicatrizar estos recuerdos, de resolver los problemas que arrastramos de años anteriores, y de esta forma poder construir la base de algo nuevo.
Se dice que estamos inmersos en una nueva transición, una nueva etapa en la que tenemos construir un nuevo país. Pero resulta difícil construir un nuevo país sino somos capaces de cerrar ciclos y etapas, como puede ser el 'Caso Almería'. El reconocimiento de gente como Luis Montero, Luis Cobo y Juan Mañas y del dolor sufrido por sus familiares deber servir para borrar los rencores, y así juntos poder construir la nueva etapa democrática, que parece está por venir, ya que para fraguar una nueva etapa sólida y que perdure al menos otros 30-40 años debemos caminar todos juntos, y todos ser partícipes del nuevo sistema sin rencores y sin odios.
La “nueva democracia” debe reconocer los errores cometidos en el pasado, para aprender de ellos, ya que de los errores se aprende. Y sería un garrafal error volver a caer en los errores que se cayeron en la transición, una situación que podría llevar al traste este nuevo periodo en el que nos encontramos.