Sucedió el Día de la Cruz
La sobrina de Santiago Gil quiere enterrar los restos de su tío en el cementerio junto al resto de la familia. “Lo están haciendo en todas las provincias, ¿por qué en Cantabria nadie hace nada por buscar las fosas y recuperar los restos?”, se pregunta.
La comarca de Liébana acoge cada 14 de septiembre el Día de La Cruz, fiesta religiosa que tiene como protagonista el Lignum Crucis, que según la Iglesia católica es el trozo más grande de la cruz de Cristo de todos los que se conservan en el mundo. El Día de la Cruz se celebra en Liébana desde tiempos inmemoriales, primero en los terrenos próximos al Monasterio de Santo Toribio –donde se conserva el Lignum Crucis– y desde el año 1900 en Potes, donde en torno a la festividad religiosa comienza a gestarse una fiesta popular. Pero el Día de la Cruz de 1937 no fue un 14 de septiembre como los demás. Hace doce días que las tropas franquistas han tomado la capital lebaniega, que en gran parte ha sido arrasada por las llamas, y los ánimos, más que caldeados, están ardiendo.
Un año antes, el 20 de julio de 1936, el joven lebaniego Santiago Gil Santos ‘Andobo’ arranca su moto y pone rumbo a Santander para pedir refuerzos al gobernador civil –Cantabria ha permanecido fiel a la República– porque en Potes hay una cantidad significativa de armas y municiones en manos de personas contrarias a la República y favorables al golpe de Estado del 18 de julio y las están utilizando. El 21 de julio, un grupo de milicianos enviado por el gobernador civil llega a Potes para recoger esas armas y es recibido a tiros por un grupo mayor de falangistas. Después de hora y media de intenso tiroteo, los milicianos se retiran para pedir refuerzos a la vecina Panes, y al día siguiente vuelven a Potes con los refuerzos y detienen a una docena de falangistas implicados en el tiroteo. Otra docena ha logrado pasar a Palencia, zona bajo control franquista.
“Mi madre le rogó que no se volviera, pero él se volvió porque pensó que podrían encarcelarlo pero nunca que podrían matarlo”
El verano siguiente, las tropas franquistas están a punto de tomar Potes –lo harán el 2 de septiembre de 1937–, y Santiago Gil teme ser represaliado. Su suegro, Mariano Rábago –republicano, socialista y miembro de la Gestora del Ayuntamiento de Potes– le recomienda que se vaya a México, donde Santiago tiene un tío carnal. El propio Rábago parte en agosto de 1937 con sus cuatro hijas mayores –las más significadas políticamente– a Francia, donde pasan por un campo de concentración antes de instalarse en la ciudad de Dijon, de donde nunca regresarán y donde Mariano morirá en mayo de 1976 a los 91 años. “Vete, vete a México, no puedes quedarte” son las palabras de Mariano a su yerno, que días después toma en Gijón un barco con destino a Francia con la intención de tomar allí otro con destino a México, pero no llegará ni siquiera a Francia, pues la nave hace escala en Santander y el imborrable recuerdo de su mujer embarazada y a punto de dar a luz empujan a Santiago a bajarse del barco para volver a Liébana, pese a las súplicas de su hermana menor, Concepción. “Mi madre estaba en Santander, fue al puerto a despedirse de él y le rogó que no se volviera, pero él se volvió porque pensó que podrían encarcelarlo pero nunca que podrían matarlo, porque él no había cometido ningún delito y mucho menos de sangre, sólo había cumplido con su deber de demócrata y republicano”, recuerda su sobrina Mally Rodríguez –hija de Concepción– ochenta años después.
Nacido en el pueblo lebaniego de Frama el 10 de agosto de 1911, Santiago –muy apreciado entre sus vecinos por su carácter alegre y cercano– es hijo de un maestro de escuela natural de un pueblo de Valladolid y de una mujer de Frama que desciende de Comillas, y vive en la casa familiar –la del maestro de Frama, en el piso superior de las escuelas del pueblo– junto a sus padres, su hermana menor aún soltera, Concepción, –la hermana mayor, Guadalupe, está casada y vive en Santander– y Herminia Rábago, su esposa embarazada.
De vuelta a Liébana pese a las súplicas de su hermana Concepción, Santiago se oculta unos días en el monte –su sobrina Mally asegura que llegó a cruzar algún mensaje con Concepción en el camino viejo de Frama a Potes, según le confesó su madre años después–, pero un día baja al pueblo para ver a su mujer –que está a punto de dar a luz–, y decide esconderse en la hornera de la casa de su familia materna. Y allí es descubierto, detenido y encarcelado en Potes por las autoridades franquistas tras ser delatado por su tío. El 9 de septiembre de 1937 –estando ya detenido–, nace su hija María Luisa, y Santiago recibe la noticia pero no le permiten ver a la criatura y será ejecutado cinco días después con 26 años, por lo que nunca podrá conocerla.
Mally asegura que la muerte de su tío “siempre ha sido tabú” en su familia, tanto que ella siempre supuso que había muerto fusilado, hasta que leyó las líneas que Fernando Obregón dedica a su ejecución en el capítulo ‘Balance de víctimas mortales de la Guerra’ de su libro ‘República, Guerra Civil y posguerra en los Valles de Liébana y Peñarrubia’ (2007).
“Mi tío Santiago merece la dignidad que se debe a los muertos y tuvieron los muertos del otro bando”
Entonces empezó a preguntar, y ahora, por los testimonios recabados, está convencida de que sabe en qué lugar del pueblo lebaniego de Tama está enterrado el cadáver de Santiago, cuyos restos está dispuesta a hacer todo lo posible por recuperar. “Está enterrado junto a otro frente a la caseta de peones camineros de Tama, a unos 500 metros del Centro de Visitantes del Parque Nacional de Picos de Europa, cerca de la orilla del río en el que a veces se bañaban mis amigas y a mí mi madre nunca me dejaba bañarme, por algo que yo intuía que tenía que ver con mi tío, y ahora sé por qué era”, explica Mally, que quiere “cumplir el deseo”de su madre –fallecida en 2010–, que era enterrar los restos de su hermano Santiago en el cementerio junto al resto de la familia, pues “merece la dignidad que se debe a los muertos y tuvieron los muertos del otro bando”. “Lo están haciendo en todas las provincias, ¿por qué en Cantabria nadie hace nada por buscar las fosas y recuperar los restos?”, se pregunta.
A Santiago lo mataron junto a Ico Rodríguez, de Potes. “Los ataron de pies y manos al chasis trasero de un vehículo y los arrastraron cuatro kilómetros de ida y otros cuatro de vuelta, desde Tama hasta el final de Potes y desde allí otra vez hasta Tama”, donde remataron sus cuerpos destrozados. Lo hicieron el 14 de septiembre “para escarmiento”, añade su sobrina Mally. Era un Día de la Cruz en Potes. El Día de la Cruz de 1937.