ALMUDENA GRANDES

“La derecha se comporta como si este país lo hubieran heredado de sus abuelos, y la izquierda lo acepta”

La escritora madrileña considera que el proceso catalán “inspirará pocas novelas” ya que “las verdaderas revoluciones crecen de abajo a arriba”, no desde los despachos.

“España es un país muy anormal y esas anormalidades están afectando a la vida social de este país”, valora la autora de ‘Los pacientes del doctor García’.

almudena
La escritora madrileña Almudena Grandes

La escritora Almudena Grandes (Madrid, 1960) ha presentado en la Librería Gil de Santander la cuarta novela de la serie ‘Episodios de una Guerra Interminable’. Con motivo de esta cita la autora de ‘Los pacientes del doctor García’, una historia que transcurre durante los primeros años tras la victoria de Franco en la Guerra Civil, analiza en una entrevista en exclusiva la visión que existe en España de la dictadura Franquista, de los retos como escritora al afrontar una serie de estas características y de la situación actual del país.

‘Los pacientes del doctor García’ es la cuarta entrega de su serie sobre la dictadura de Franco. ¿Conocemos realmente esta parte de nuestra historia?

En España sigue funcionando una versión oficial muy poco exacta. Hay una especie de política pública de memoria encubierta, no expresa, que está plagada de mentiras. Además, lo que se defiende es que esas mentiras se hicieron con muy buena intención en la Transición, pero no dejan de ser mentiras. Creo que el Franquismo no fue un régimen autoritario, fue una dictadura sanguinaria. Desde luego, la República no fue la causa de la Guerra Civil, fue su víctima, y desde luego el 18 de julio fue un golpe de Estado fascista. Esto es solo un ejemplo de las ideas que se leen incluso en los libros de texto y que son falsos.

Lo que se defiende es que esas mentiras se hicieron con muy buena intención en la Transición, pero no dejan de ser mentiras

Mi serie habla de la dictadura, de la vida cotidiana en la España de la posguerra, habla de la Resistencia desde muchos puntos de vista distintos, pero también habla tácitamente de la Transición, de la versión de la memoria que ha llegado hasta nuestros días.

Sus libros han abordado diferentes etapas de la historia. ¿Con qué etapa se siente más cómoda?

En realidad escribo con la misma actitud. Es verdad que para escribir una novela sobre la crisis, como la anterior, me centré en un barrio de Madrid para reforzar esa sensación testimonial de implicarme en el libro, pero lo que cuenta podría ocurrir en cualquier otro barrio. Hay una diferencia fundamental entre escribir sobre el pasado y el presente, y es que la literatura requiere que los procesos históricos sedimenten. Escribí ‘Los besos en el pan’ con una óptica más de cámara de cine que de escritor. Cuando escribo sobre el pasado tengo las espaldas cubiertas, hay una verdad histórica que me cubre, aunque como este país es como es siempre habrá gente que diga que mi verdad no es la verdad, pero hay una serie de datos objetivos que están ahí. Cuando escribí sobre el presente tenía la sensación de que estaba en un trapecio y no tenía red. Si conseguía que la gente se identificara con mi novela sería estupendo, y si no me daría un golpetazo enorme. Pero mi actitud como escritora no cambia, tengo otros retos, pero soy la misma.

Con leyes como la Ley Mordaza o lo que ocurre en Cataluña, ¿cree que hemos aprendido algo de lo que hemos vivido en las últimas décadas?

A Rajoy y a Puigdemont les va a costar mucho menos darse la mano que a un porcentaje considerable de la población catalana volver a sentirse partícipe de algo

No estoy de acuerdo con que los pueblos que olvidan su historia están obligados a repetirla. Hay una frase de Mark Twainque me gusta mucho más: “La historia no se repite pero a veces rima”, a veces en asonante, a veces en consonante. Lo que vivimos ahora mismo es distinto a lo anterior porque creo que de todo lo que ha ocurrido en los últimos tiempos, incluido el proceso catalán, lo más relevante creo que es el final de bipartidismo, el hecho de que se haya acabado con el sistema bipartidista que se implantó en los años 70.

Creo que el proceso catalán es un proceso muy complicado en el que hay mucha intoxicación y se están confundiendo muchas cosas. Creo que inspirará pocas novelas porque las verdaderas revoluciones crecen de abajo a arriba, invaden el poder desde los márgenes. El proceso catalán ha crecido desde los despachos del poder hacia abajo, y creo que es una crisis que se va a resolver desde arriba, de poder a poder. A Rajoy y a Puigdemont, aunque ahora parezca imposible, les va a costar mucho menos darse la mano que a un porcentaje considerable de la población catalana volver a sentirse partícipe de algo. Esa es la verdadera tragedia. Es una historia triste, pero no sé si será tan literaria ni si durará tanto en el tiempo.

¿Qué opinión le merece las imágenes de la gente animando a la Guardia Civil cuando salía hacia Cataluña?

El Pacto Constitucional del 78 no fue un milagro, fue un salto al vacío sin red

Esa imagen no me gusta nada. Me imagino que habrá guardias civiles a los que tampoco les guste. Siempre digo que ojalá los jueces se hubieran democratizado tanto como la Guardia Civil. Nos iría mucho mejor a todos. Respecto al uso abusivo de la bandera y el ‘a por ellos oe’, creo que son síntomas de algo mucho más profundo, que tiene que ver también con la Memoria. El Pacto Constitucional del 78 no fue un milagro, fue un salto al vacío sin red. Y esto ha terminado acarreando el hecho de que España de repente es una idea de derechas, y esto es una anormalidad y una disfunción tremenda en cualquier otro país. Para muchos españoles que nunca tendrán otro país, España es una idea de derechas, es la pegatina que llevan los fachas en el reloj, y eso es una salvajada. La derecha se comporta como si este país lo hubieran heredado de sus abuelos, y la izquierda lo acepta, porque cuando llega al poder está muy acomplejada y acepta que es como una realquilada con derecho a cocina. La bandera de mi corazón tiene tres colores, pero me parece muy grave que la bandera española, que en teoría es la de un Estado democrático que en teoría ampara a todos los ciudadanos de este país, siga siendo de uso privativo para una parte de la sociedad. España es un país muy anormal y esas anormalidades están afectando a la vida social de este país. Me parece absurdo que se diga ‘a por ellos, oe’. Me parece ofensivo, y no soy independentista. Ni siquiera soy catalana. Es síntoma de una enfermedad social.

La serie ‘Episodios de una Guerra Interminable’ cuenta ya con cuatro novelas. ¿Qué tiene preparado para completar la saga?

Son seis novelas, pero no estoy preparando nada porque las promociones son cada vez más exhaustivas y más cansadas. Ya estoy empezando a pensar en la próxima, pero no he tenido tiempo ni siquiera de empezar un cuaderno. La quinta novela se titula ‘La madre de Frankenstein’, y cuenta el final extraordinario de una mujer bastante extraordinaria, Aurora Rodríguez Carballeira, la madre de Hildegart. Mató a su hija, que era una niña prodigio de la República y que, aunque el Franquismo la dio por muerta en el 37, realmente vivió hasta el 54 en el manicomio de Ciempozuelos, y tuvo un final tremendo. Es una novela sobre la ciencia y el Franquismo, y sobre la peor década, la de los 50. Los años 50 fueron la década sin esperanza. En los 40 había la eternamente frustrada esperanza de que los aliados se ocuparan de España. En los 60 volvió a haber esperanza porque se fundaron nuevos sindicatos y nuevos partidos, y a partir del 65 España dejó de estar aislada. Pero los 50 fueron un hoyo tristísimo, y ahí es donde voy a ir en mi siguiente novela.